La Justicia de Instrucción imputó a tres policías y a un militar, por el homicidio simple de Alejandro Bravo, el tatuador que falleció el pasado 22 de enero en un confuso hecho, luego de ser detenido en el Bº Nueva Esperanza. En la jornada de ayer se oficializó la imputación de los efectivos policiales Nicolás Ochoa, José Oviedo y Matías Contreras, y el personal militar Oscar Ríos, sindicados como presuntos autores del “homicidio simple” de Alejandro Bravo, el conocido tatuador que falleció en el hospital tras descompensarse, supuestamente, en la Alcaidía cuando fue detenido contravencionalmente por un “intento de robo”.

Posteriormente, se conoció que el hombre de 43 años murió por un tremendo golpe en la cabeza y que, además, no se encontraron pruebas de que esta persona hubiera ingresado a varias viviendas del barrio Nueva Esperanza, tal como se denunció en un principio.

En este sentido, se indicó que Nicolás Ochoa y Oscar Ríos, uno integrante de la Policía provincial y el otro del Ejército Argentino, fueron los vecinos que persiguieron a Bravo por las calles Atlántico Sur y Carlos Gardel del barrio Nueva Esperanza, y luego llamaron a la Policía asegurando que esta persona se encontraba en avanzado estado de ebriedad y que había ingresado a varios domicilios de la zona, con la intención de robar.

En tanto, Matías Contreras y José Oviedo fueron los agentes que acudieron al lugar en un móvil policial, en respuesta de la denuncia de los vecinos. Estos últimos aseguraron a la Justicia que “intentaron calmar a Bravo”, pero que se habrían visto obligados a forcejear con él y reducirlo para subirlo al vehículo. Sin embargo, cuando solicitaron la autorización al Fiscal de turno para detenerlo por “flagrancia”, les fue denegada, por lo que debieron demorarlo por un delito contravencional y trasladarlo a la Alcaidía capitalina. Fue allí, siguiendo este relato, que Contreras y Oviedo al intentar bajarlo de la camioneta, se dieron con que Bravo estaba desvanecido y no reaccionaba, por lo que de inmediato solicitaron la presencia de personal del Servicio de Emergencias Médicas 107 (SEM), quienes intentaron reanimar al tatuador y lo trasladaron al Hospital Vera Barros, en donde falleció.

Tras su muerte, la Justicia ordenó la autopsia del cuerpo, la cual determinó que Bravo falleció “por una hemorragia cerebral subdural, causada por traumatismo cráneo encefálico, debido a factores de tipo contuso a determinar, con posterior enclavamiento, depresión bulbar y paro cardiorrespiratorio irreversible”, es decir, un violento golpe en la cabeza.

Ahora, la Justicia intenta determinar en qué momento, entre la persecución de Bravo en el Bº Nueva Esperanza y su hospitalización, se produjo la herida que le causó la muerte y cómo sucedió. Por tal motivo, se decidió imputar a las últimas personas que tuvieron contacto con la víctima y que son las principales sospechosas de haber golpeado brutalmente a Bravo.